La falta de alimentos castiga a dos millones de personas en Bolivia y el gobierno no resuelve el problema

Por Edwin Miranda V. / Bolivia Energía Libre-La Paz

  • Rafael Lindeman, investigador en agricultura y medioambiente, alerta que la desnutrición crónica y la obesidad, son enfermedades graves que necesitan atención del gobierno de forma urgente.

La falta de alimentos castiga a dos millones de personas en Bolivia y el gobierno hace poco para resolver el problema, señaló la Cumbre Independiente de Sistemas Alimentarios que promovió la Unión Nacional de Instituciones para el Trabajo de Acción Social (UNITAS) con respaldo de un conjunto de organizaciones de la sociedad civil.

Denominado “Movimiento Agroecológico Boliviano “M.A.B”, del cual forma parte asociaciones y organizaciones de pequeños y medianos productores/ras, instituciones no gubernamentales, organizaciones eclesiales, colectivos ciudadanos, gastrónomos/as, y consumidores/as responsables que defienden y practican la Agroecología como enfoque orientador para la construcción de propuestas de desarrollo de una política agroalimentaria basada en el cuidado de los soportes de la vida (familia, suelo, agua, planta y semillas) y fundamentada en la consecución de la soberanía alimentaria, equidad de género e inclusión generacional, alertaron que el hambre asecha a los hogares bolivianos.

“En Bolivia, existen alrededor de dos millones de personas que sufren de carencia alimentaria, es decir, su alimentación no cubre los requerimientos de nutrición y calorías para un desarrollo humano apropiado”, refiere el documento de análisis y conclusiones que redactó la cumbre que se llevó adelante el año pasado.

El informe final estableció asimismo que se observa la existencia de problemas de abastecimiento de productos alimenticios básicos que se refleja en aumentos de los precios internos de los alimentos, lo que ha ocasionado un repunte de la inflación, llevándola a niveles por encima de las estimaciones oficiales.

“Cuando hablamos de castigo también (hacemos referencia) a la falta de nutrición y (la existencia de casos de) obesidad que es mayor a la falta de alimentos”, señaló Rafael Lindeman, investigador en agricultura familiar y medio ambiente.

Según el especialista en términos de desnutrición la situación es “alarmante y preocupante”, alertó.

Al respecto el aprovisionamiento y acceso a productos alimenticios por parte de

En los mercados de abasto, los alimentos orgánicos son una excepción en la regla. Por lo general, se venden productos procesados.

la población, especialmente la de estratos de ingresos más bajos, se haga cada vez más difícil, advirtió también el documento del MAB.

Para superar está crisis de seguridad alimentaria que sufren miles de familias bolivianas, el gobierno apeló a las importaciones de alimentos, que según datos IBCE entre el 2006 y 2020 sumaron un total de 7.019 millones de dólares por la compra de más de 9.6 millones de toneladas.

En este sentido los alimentos sujetos a importación masiva son el trigo que ocupa el primer lugar entre los 20 productos básicos importados pues la producción nacional es deficitaria.

Junto al trigo, la harina, manzana, papa, el tomate y el arroz son algunos de los 20 alimentos básicos que Bolivia importa y son considerados “sensibles”, porque no deben faltar en la canasta familiar, refiere el informe.

Un efecto perverso de está anómala situación tiene que ver con el nivel de nutrición de la población debido al mono consumo de productos importados y ultra procesados.

La información oficial señala que el 35,6% de los escolares de 5 a 18 años de Bolivia tienen prevalencia de malnutrición por exceso (sobrepeso y obesidad), indica el documento de la MAB.

En este sentido, el 21,9% de los infantes tienen sobrepeso; 11,1% son obesos, y 2,2% están declarados con obesidad severa, pese a no haberse resuelto los problemas de desnutrición infantil, precisa datos el informe.

El crecimiento de las importaciones de alimentos y el incremento del consumo de alimentos ultra procesados muestra por un lado la asimilación y generalización de una dieta globalizada o consumo de alimentos extranjeros, ajena a los hábitos alimentarios del país, y además refleja un modo de vida sobre todo urbano que demanda alimentos preparados listos para consumir, y que se comercializan en los supermercados y pequeños restaurantes que están desplazando a los mercados y ferias campesinas, alertó el documento.

El rol del Estado deja dudas y preocupaciones

Frente a esta realidad, el gobierno que administra el Estado, deja dudas y preocupaciones sobre las políticas nacionales que viene promoviendo para asegurar la provisión de alimentos, sanos y nutritivos para la población, indica el informe.

El Estado, viene alentando a grupos agroindustriales del sector privado a través de políticas gubernamentales que les favorece, como la ampliación de la FES, la ampliación de la frontera agrícola, la permisibilidad en la producción de maíz. trigo, caña de azúcar, transgénicos, créditos con fondos de las AFP, el fomento al uso e importación de agroquímicos, entre otros, denunció el documento.

Este modelo de producción también enfrenta serios problemas de sostenibilidad debido a que alienta una casi nula, por no decir, inexistente, diversidad de cultivos, además del uso intensivo de fertilizantes sintéticos, plaguicidas y herbicidas que degradan progresivamente el potencial productivo y fomentan un ambiente cíclico vicioso, señala el documento.

Debido a que todas las tierras de potencial agropecuario ya están ocupadas, la producción se extiende sobre áreas forestales no aptas, que tienen bajos rendimientos. Esto, a su vez, motiva un uso cada vez mayor de agroquímicos y fertilizantes, alertó el informe.

La quinua es un cereal que tiene alta demanda en el mundo, pero en Bolivia el consumo es mínimo. Solo 2 kilos al año.

Consecuentemente, se desgastan los suelos, los rendimientos se estancan y los productores/ras intensifican todavía más el uso de insumos. Al mismo tiempo, buscan compensar la baja producción con la habilitación de nuevas áreas de cultivo por medio de la deforestación, que ha adquirido inmensas proporciones en los últimos años, apuntó.

Lindeman propone al gobierno alentar la implementación de “políticas públicas más efectivas” para revolucionar los hábitos de consumo de la población.

¿Qué hacer para encarar el problema estructuralmente?

Frente a esta situación existe un modelo de desarrollo de los sistemas alimentarios basado en la agroecología y el consumo responsable que busca, por un lado, revalorizar la enorme riqueza de la agricultura ancestral y los nuevos conocimientos sobre el funcionamiento de los ecosistemas naturales que logra sinergias entre saberes tradicionales y conocimientos modernos, planteó salidas la cumbre social sobre alimentos que llevó adelante UNITAS.

El documento en conclusiones marcó también línea en lo que a consumo de alimentos se refiere.

“Buscamos establecer sinergias para el establecimiento de mercados locales de responsabilidad compartida y generar un proceso ascendente que fortalezca los lazos entre productores/ras y las redes de consumidores /ras que estabilizan sus compras, respetan los precios, facilitan la planificación de los cultivos, y se corresponsabilizan de los daños del cambio climático”, dice el documento.

Proponen en este sentido una trilogía virtuosa entre producción, comercio y consumo bajo los siguientes lineamientos.

“En lo productivo, se aplican principios y prácticas ecológicas, promoviendo los productos diversos y nutritivos; en lo comercial, se aplican principios de comercio justo y circuitos cortos; en el consumo hay un acercamiento a productores, en espacios de compra directa y se tiene el principio de

La población necesita, urgentemente, cambiar los hábitos de la alimentación para resguardar salud e integridad física, señalan investigadores sobre agroalimentación.

consumo responsable”, indica el documento.

A lo largo del proceso existe un manejo técnico de conservación de la naturaleza; los residuos son reconvertidos para cerrar el ciclo, dando a los SAE un carácter circular. Por todo esto, son sistemas energéticamente eficientes, mitigando los efectos del cambio climático al reducir el uso de energías fósiles y la emisión de gases de efecto invernadero, apuntó el documento.

Los sistemas alimentarios familiares campesinos, son complementarios ya que estos se caracterizan por un respeto a las tradiciones históricas culturales; la provisión de alimentos a nivel local como principal objetivo; el intercambio de semillas y conocimientos; la autosuficiencia y la redistribución de recursos.

También, son complementarios a los sistemas alimentarios sostenibles, que buscan generar resultados positivos para las generaciones presentes y futuras, mediante la seguridad alimentaria para todos y todas, sin poner en riesgo a las bases ambientales.

Por ello, tienen en común la búsqueda de gestión y conservación de recursos naturales; el uso eficiente de recursos; la equidad social; la resiliencia de las personas y las comunidades; como el fortalecimiento institucional.

La agroecología está relacionada a promover el desarrollo de la agricultura familiar, buscando afirmar su identidad y mejorando sus condiciones de vida, concluye el informe.